Thursday, March 10, 2005

BOLIVIA O LA UTOPIA DE LA CONTENCION


Lejos de solucionarse, la crisis boliviana solamente ha empeorado luego de la maniobra del Presidente Mesa, buscando el apoyo del Congreso para poder llevar adelante su gobierno a través de la presentación de su renuncia.
El mandatario provisional boliviano no ha logrado con esa crisis desatada a conciencia que Evo Morales y los grupos de izquierda que permitieron su llegada a la Presidencia --a través de la insurrección social que derrocró al Presidente Sánchez de Losada-- se rindieran ante su autoridad y aceptaran que solamente el gobierno puede tener el monopolio del uso de la fuerza en el espacio público.
Morales quitó hace por lo menos dos meses su apoyo al precario gobierno del Presidente Mesa, tal vez cuando entendió que esa alianza terminaría por enemistarlo con la base social, campesina y étnica que podría llevarlo al poder más temprano que tarde, en algún momento de esta crisis constante que solamente se profundiza.
De algún modo, ese entendimiento de hecho entre Morales y Mesa estaba basado en la certeza de que el presidente provisorio haría todo lo necesario para evitar la anarquía y no haría nada para evitar el acceso del líder cocalero al poder.
El equilibrio se rompió cuando Mesa decidió comenzar a desarrollar su propio proyecto de poder, atendiendo tanto a las demandas de los ricos departamentos surorientales que no quieren saber nada con la hegemonía de los indios del altiplano, como a los reclamos de las compañías que explotan los recursos naturales del país que reclaman desde hace por lo menos tres años ciertas reglas de juego más o menos claras para hacer sus negocios.
Sucede que el gas boliviano se ha transformado en una mercancía muy valioso en una región que padece el alza de los precios de los combustibles de un modo casi dramático. Y Bolivia es el segundo productor de gas de América del Sur, un insumo imprescindible para el desarrollo industrial incipiente de los países más avanzados de la región.
Hasta ahora, la estrategia del gobierno argentino en Bolivia fue la de apoyar la estrategia de Morales para llegar al poder, ocupando el rol del "amigo razonable" del líder cocalero. Su accionar en ese rol ha recibido amplio elogios de parte del gobierno de los Estados Unidos, tal vez porque la presencia argentina en Bolivia sirvió para diluir los errores del Departamento de Estado y de la Casa Blanca cuando intentaron plantear que la eliminación de Morales era la condición necesaria para que ese país siguiera ayudando a la nación del altiplano.
Morales es un político muy inteligente que ha sabido establecer muy buenos vínculos con la española Repsol --la principal inversora en el negocio energético del país-- y la argentina Techint que mantiene inversiones importantes en los sistemas de distribución y elaboración del gas que allí se produce.
Morales también ha sabido usar hasta aquí con evidente inteligencia, a los grupos más radicalizados de la izquierda indigenista boliviana. A sus amigos del gobierno argentino les ha dado el magnífico argumento: todo sería peor en su país si Felipe Quispe --líder aymara-- llegara al poder, y si "la situación se desbordara".
Con gusto ha aceptado el gobierno argentino esa estrategia; de hecho, el propio Presidente Kirchner ha repetido en más de una reunión internacional que es preferible que Morales llegue al gobierno porque de algún modo va a asegurar la gobernabilidad "y la unidad nacional" y que además la influencia del gobierno argentino podría moderarlo y transformarlo en "un gobernante razonable" en cierto tiempo.
Los hechos parecen demostrar que esa maniobra tiene un límite. Morales ha vuelto a consolidar su alianza con Quispe y los líderes izquierdistas y está decidido a avanzar en una estrategia de "confrontación inteligente" contra el Presidente Mesa. Sabe que la condición para seguir avanzando es no aislarse de su base social y política y por eso mismo no renuncia a ninguna de las posiciones "de máxima" que lo llevaron a liderar la insurrección que derrocó a Sánchez de Losada
Esa estrategia vino a exponer Morales a Buenos Aires hace dos semanas cuando fue recibido por el Secretario General de la Presidencia Oscar Parrilli y por el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia Carlos Zanini.
Morales sabe que el poder va a caerle en las manos, a pesar de que Condolezza Rice ya lo ha definido como un peligro para la democracia en el Cono Sur.
La "estrategia de contención" que el gobierno K ha usado hasta ahora frente a la crisis bolviana se ha demostrado que es solamente un discurso para seducir diplomáticos y políticos; Evo Morales no ha variado sus puntos de vista ni sus alianzas internacionales con Fidel Castro y con Hugo Chávez.
Por primera vez, la política exterior del gobierno de Néstor Kirchner parece acercarse a uno de esos momentos de definiciones donde las maniobras ingeniosas y los discursos dobles pierden eficiencia ante la contudencia de la crisis.